¿Sabía que cerca de 1/3 de los alimentos que producimos en el mundo se pierde o se desperdicia anualmente por prácticas inadecuadas que ocurren desde “el campo a la mesa”. Esto equivale a unos 1.300 millones de toneladas de alimentos.
En cereales y pescado el porcentaje de pérdidas puede ser del 30 por ciento, y en carnes y leche y sus derivados, del 20 por ciento. Esto es mucho.
El 46% restante de las mermas mundiales se endosan al despilfarro o desperdicio en las etapas de procesamiento, distribución, venta y consumo de los alimentos. En muchos supermercados obedecen a motivos estéticos (ej.: descarte de frutas y hortalizas sin la forma o color ideal), a fechas de vencimiento recién cumplidas, o mal entendidas, o a renovación de stock, etc., todo lo cual conduce a que sean miles los productos que pasan de los estantes a un tobo de basura. Esto también ocurre en verdulerías y mercaditos.
Hay ocasiones donde también los desperdicios son enormes: los eventos sociales y corporativos. Un matrimonio, una fiesta de 15 años, una celebración empresarial, un congreso, se convierten en una feria de alimentos que nunca llegan a servirse (por exceso en la planificación o por ausencia de asistentes) y terminan desechándose. Lo mismo ocurre en los servicios regulares de alimentación de grandes cadenas hoteleras.
Y falta mencionar un eslabón muy importante: los consumidores, quienes pueden comprar más de lo que se necesita en el supermercado, dejar estropear las frutas y vegetales en la nevera, u ordenar más de lo que se puede comer en el restaurante, servir porciones mayores en los platos de los miembros de la familia. Aunque no lo crea, son hábitos frecuentes en numerosos hogares. Esto ocurre bastante en otras partes del mundo, aunque no sea el caso en nuestras condiciones actuales en Venezuela.
Este tema de pérdidas y desperdicios de alimentos es candente. Sobre todo, si consideramos que hay 870 M de personas con hambre en el mundo. Se estiman 47 M de personas con hambre en América Latina y el Caribe (9% de su población), mientas cada año la región pierde/desperdicia al menos el 15% de sus alimentos disponibles.
Las pérdidas y desperdicios de alimentos se engloban en un término popularizado como PDA para referirse a las mermas que ocurren en las etapas sucesivas de la cadena de suministro para el consumo humano, desde la producción inicial hasta el consumo final en la mesa de los hogares, pero también en las mesas de los comedores institucionales, ferias de comidas, restaurantes y hoteles.
Discriminando entre pérdida y desperdicio.
Pérdidas: disminución de alimentos disponibles para consumo humano a lo largo de la cadena de suministro (producción, post-cosecha, almacenamiento y transporte), debidos a malas prácticas como momentos de cosecha inadecuados, problemas en la recolección, almacenamiento, embalaje, falta de infraestructura de transporte y conservación apropiadas, grandes distancias entre zonas de producción y comercialización, mecanismos de mercado, de precios, marcos institucionales y legales. Hasta puede considerarse más «económico» y práctico, descartar, que implantar tecnologías de aprovechamiento.
Desperdicio: Decisión de desechar alimento todavía con valor (vendedores mayoristas y minoristas, servicios de venta de comida, y consumidores). Pueden deberse a prácticas de almacenamiento inadecuadas, a la aplicación de estándares y normas de consumo que imponen tamaños y formas para las frutas o los vegetales fuera de los cuales los alimentos son rechazados para exportación o venta, y desperdiciados. Igualmente, a las reglas de etiquetado de fecha de caducidad rígidas o mal entendidas.
De cualquier manera, la disminución, accidental o intencional, en última instancia conduce a una menor disponibilidad de alimentos para todos.
¿Qué afecta y cuánto cuesta el PDA?
El costo económico mundial de PDA, con base en los precios de 2009 al productor, es de 750.000 millones de USD, equivalentes al PIB de Turquía o de Suiza de 2011. Las PDA tienen enormes consecuencias para el medioambiente. Aquí podemos hablar de “huellas”.
La producción de alimentos implica un gran consumo de aguas superficiales y subterráneas. ¡Qué triste que ese consumo sea en vano si muchos de los alimentos producidos no se comen! En 2007, el volumen de agua de PDA representó la descarga anual del río Volga. Los cereales, la fruta y la carne son los productos que más contribuyen a esta huella de agua azul de PDA.
¿Y qué del total de hectáreas utilizadas para cultivar alimentos que se desperdician? En 2007, se utilizaron casi 1.400 millones de hectáreas de tierras para producir alimentos que no se consumieron: una superficie más grande que el Canadá y la India juntos.
Por otro lado, se sabe que la agricultura y la ganadería amenazan la biodiversidad mundial. De nuevo, ¡Cuantas especies afectadas en vano en aras de alimentar ineficientemente a la humanidad!
¿Y la huella de carbono? Se estima que la huella de carbono de los alimentos producidos y no consumidos es mayor de 3,3 gigatoneladas de equivalentes de CO2. Esto es muchísimo. Si se compara con el total de emisiones por país, las DPA equivaldrían al tercer emisor, solo detrás de EE. UU. y China.
Hay que reducir las PDA
La reducción de las PDA atrae un creciente interés y suscita y requiere actuaciones a nivel mundial con la actuación de gobiernos, instituciones de investigación, productores, distribuidores, minoristas, restauradores, hoteleros, y por supuesto, consumidores. Todos tienen enfoques diferentes sobre el problema, como lo serán sus soluciones y la capacidad de realizar cambios.
Es un tema que se discute a diario. “Lento suicidio colectivo” lo llama un articulista de El Economista, este 19 de enero de 2018, cuando cae en sus manos el documento de trabajo del “Segundo Encuentro Nacional de la Alianza contra el Hambre y la Malnutrición de España”, celebrado en Oviedo en abril del año 2014, que enumera los impactos de las PDA. Recuerda que en la Unión Europea, y con datos del año 2006, se producen 89 millones de toneladas de PDA. De ellas, un 42% se producen en los hogares; el 39% en las diferentes fases del procesamiento y transformación; el 14% en los restaurantes y el 5% en los puntos de venta. Concluye el autor que estos datos no solamente hacen más hiriente esa cifra de 795 millones de personas que pasan hambre en estos momentos en el mundo, sino también la necesidad de racionalizar, prever, planificar y adecuar recursos y necesidades.
Y en México fue noticia en diciembre de 2017 la presentación del informe “Pérdidas y Desperdicios de Alimentos en México”, elaborado por el Banco Mundial, el cual reveló que de 79 alimentos representativos de la canasta alimentaria mexicana, se calcula un desperdicio de 20,4 millones de toneladas cada año (34 % de la producción nacional de alimentos). Tal es el impacto del reporte, que sigue comentándose en un artículo del 23 de enero de 2018: La comida buena, sana, nutritiva que se tira a la basura, equivale a 491 mil millones de pesos al año: 552 mil toneladas de carne de res son tiradas a la basura, seguido de 275 mil toneladas de pollo, números a los que se agrega 2.8 millones de tortillas, 2.6 millones de pan blanco, 4.5 millones de litros de leche, entre otros más como aguacate, bananas, mangos, etc. De acuerdo con el estudio, «si los alimentos perdidos y desperdiciados fueran recuperados sería posible atender la deficiencia alimentaria de más de 7,4 millones de mexicanos pobres».
Mientras tanto en Chile, el 8 de enero de 2018 se registró en la prensa chilena la creación de un “Comité Nacional Para la Prevención y Reducción de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos en Chile”, con participación del Ministerio de Agricultura y la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), instituciones públicas, de la sociedad civil, academia y sector privado. Los datos son alarmantes: A nivel de producción primaria se pierden 140 toneladas de arroz al año, 16.550 unidades de lechugas por hectárea, y 2,7 toneladas por hectárea de papa.
Por otro lado, en Colombia, según un estudio realizado por el Departamento Nacional de Planeación (DNP), en el país se pierden o desperdician 9,76 millones de toneladas de alimentos de los 28,5 millones de toneladas que se producen al año, lo que representa el 34 por ciento del total de los alimentos disponibles se podrían consumir durante un año: por cada 3 toneladas de comida disponible en Colombia, una tonelada va a la basura. De esos casi 10 millones, 6,1 millones corresponden a frutas y verduras, 2,4 millones a raíces y tubérculos, 772.000 a cereales, 269.000 a cárnicos, 148.000 a oleaginosos y legumbres, 50.000 a pescado y 29.000 a productos lácteos. Con los alimentos que se pierden y desperdician se podría alimentar a más de 8 millones de personas al año, lo que equivale a toda la población de Bogotá.
Por su parte, Argentina desperdicia 16 millones de toneladas anuales de alimentos, a razón de 38 kilos per cápita, según investigaciones del Ministerio de Agroindustria de la Nación, en un informe presentado ante la FAO y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en junio de 2017. Esto equivale al 12,5 por ciento de todo lo que se produce en el país, lo que contrasta con el dato que 4,4 por ciento de los hogares argentinos pasa hambre de acuerdo al Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). Argentina se propuso ante la FAO reducir en un 30 por ciento las pérdidas y desperdicios para el año 2025.
Hay muchas iniciativas mundiales. Francia convirtió en el primer país del mundo que prohíbe a los supermercados tirar o destruir los alimentos que no vendan. En lugar de eso, están obligados por ley a donarlos a organizaciones benéficas y bancos de alimentos, que los distribuirán entre los necesitados. Y en España está en marcha la Estrategia liderada por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, “Más alimento, menos desperdicio”.
¿Y en Venezuela?
En Venezuela no se han estimado las PDA como en tantos otros países. Estas son iniciativas de estado, y al parecer, aquí no es importante. Diversas acciones en la región avanzan hacia la reducción de PDA como la “Estrategia Regional de Reducción de PDA en América Latina y el Caribe” coordinada por FAO, que tiene Comités Nacionales integrados por actores públicos, privados y de la sociedad civil. La “Estrategia” se alínea con el “Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre de CELAC 2025” y los nuevos “Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Venezuela no participa activamente. En la actualidad hay cerca de 19 proyectos de ley relativos a las PDA que están siendo debatidos en los parlamentos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Uruguay.
En 2010, un escándalo sacudió a la opinión pública, el tristemente famoso caso “Pudreval”, en el que más de 130 millones de kilos de alimentos importados vía uso irregular de divisas y sobrefacturación se perdieron por graves fallas en la conservación, refrigeración, almacenamiento y transporte. Estas importaciones habían empezado en 2008. El daño ético y patrimonial a la Nación fue enorme, investigado por la propia Contraloría General de la República. Desde entonces han surgido muchas denuncias de pérdidas de alimentos importados.
En Venezuela, una de las claves para disminuir las pérdidas post-cosecha es la vialidad que se ha “estancado” desde 1994 en 10,5 vías por cada 100 km2. Se requiere asistencia técnica y educación para reducir pérdidas postcosecha y en todos los puntos de la cadena. El transporte de frutas y hortalizas no se ajusta a las normas internacionales, hay elevada putrefacción, no se emplea etilenación en cítricos y la relación tecnológica entre supermercados y productores es pobre. Las pérdidas a nivel de detal son elevadas. Esto sin considerar las precarias condiciones actuales de la flota transporte, la inseguridad en las vías, el control de precios y la obligación de vender por debajo de los costos de producción y adquisición, ni de considerar la terrible realidad actual de los venezolanos alimentándose de desperdicios de alimentos, esos desechos que el mundo moderno, tecnificado y comprometido con la sociedad y el medioambiente, pretende disminuir.
En fin, que este es un tema muy candente, pero especialmente doloroso para los venezolanos.
En una próxima entrega hablaremos de algunas estrategias para reducir PDA, con especial énfasis en el sector hotelero y de restaurantes, así como en los bancos de alimentos y otros espacios.
María Soledad Tapia
Un Comentario
Gloria
Seria importante que venezuela participara en esa estrategia seria una forma de aliniarse al plan de seguridad alimentaria .