Introducción.
En la Parte I acordamos en que analizaríamos el vínculo entre el universo cuántico y el mundo de nuestra mente, pensamientos, sentimientos y el Yo/Ser, influenciados por la epigenética o el medio en donde vivimos. Allí, igualmente describimos algunas propiedades del fenómeno cuántico como la dualidad onda-partícula, superposición cuántica, entrelazamiento cuántico, el principio de incertidumbre y la cuantización, de manera de poder comprender el propósito de la Parte II. Sugerimos leer la Parte I antes de continuar con este segundo artículo para refrescar la memoria porque fue publicado hace casi 2 meses.
La física cuántica, rama de la ciencia que estudia lo atómico y subatómico, es una materia muy difícil de comprender ya que es opuesta a la física clásica y en consecuencia a nuestro entendimiento; a la par, utiliza funciones matemáticas muy elaboradas y difíciles que parecen no tener lógica para nuestra percepción y discernimiento. Ocasión para repetir la famosa afirmación de Richard Feynman “creo que puedo decir con seguridad que nadie entiende la mecánica cuántica”; frase que para él expresaba que son distintos el lenguaje ordinario y el cuántico puesto que no hay una traducción que sea de uso ordinario en la realidad cotidiana.
Como ha sido señalado, se ha avanzado mucho en su utilización cotidiana (celulares, televisores, rayos láseres, tomografías computarizadas, resonancia magnética, sistema GPS, entre otros), a la vez, que se sigue investigando para crear soluciones por medio del desarrollo de tecnologías cuánticas más audaces. Este universo cuántico ha transformado enormemente nuestra vida, aunque no lo notemos, y todavía falta todavía mucho por conocer. Seguramente tendrá consecuencias importantes en la sociedad.
Estos progresos cuánticos han sido reconocidos en las investigaciones de los recientes Premios Nobel, a la vez que es de singular significación mencionar las sofisticadas áreas de su trabajo porque incursionar en ellas abre nuestro entendimiento hacia otros ámbitos distintos a nuestra cotidianidad.
En octubre de 2022, el Premio Nobel de Física fue concedido a tres físicos – Alain Aspect, John F. Clauser y Anton Zeilinger – por sus trabajos en el entrelazamiento cuántico que permite la conexión de dos partículas separadas por enormes distancias. Sus experimentos permitieron comprobar que se podía enviar información cuántica sin la existencia de un canal cuántico, fenómeno llamado teleportación cuántica o teletransporte; si bien, solo se aplica a escala cuántica. Este conocimiento es aún difícil imaginarlo, mas es real y abre puertas a la revolución que representa la información cuántica en la computación y la criptografía.
A propósito de este premio, el físico cuántico de la UNAM, el Dr. Jorge Hirsch Ganievich explica de manera muy sencilla el entrelazamiento cuántico y su impacto a tu vida. Él también llama a este fenómeno “sincronicidad” o cómo las partículas o acontecimientos coinciden temporalmente (sincronía); por ejemplo, se encuentra la sincronía de los hemisferios cerebrales y la mente en el funcionamiento del cerebro.
A la par, el Premio Nobel de Física de 2023 fue otorgado a los físicos – Anne L’Huillier, Pierre Agostini y Ferenc Krausz – quienes igualmente investigan el mundo cuántico, en este caso el de los electrones, por su creación sobre la nueva manera de crear pulsos de luz extremadamente cortos, una trillonésima parte de un segundo, la escala más breve lograda por los humanos. Precisamente, en este mismo año, fue otorgado el Nobel de Química a tres investigadores – Moungi Bawendi, Louis E. Brus y Alexei Ekimov – por el descubrimiento y síntesis de los “Puntos Cuánticos”, diminutos microcristales semiconductores o átomos artificiales, cuya propiedad de absorber la luz y remitirla con colores más brillantes, más precisos y con superior eficiencia energética. Sus aplicaciones van desde la medicina a lo práctico como una TV.
Podríamos decir entonces: ¿está de moda lo cuántico? Con todo, el progreso de lo cuántico del cerebro necesita mayor evolución, por ejemplo, la consciencia es como el universo que no entendemos completamente, lo que si conocemos es tiene un desarrollo cuántico que nos conduce a un más allá o nivel superior. De esa evidencia del Yo o de la consciencia experimentada internamente en nuestra mente hablaremos a continuación.
Neurociencia – Cognición – Psicología – Mundo Cuántico.
Las propiedades cuánticas mencionadas se podrían trasladar a lo incognoscible e intentar explicar lo inexplicable. Con fines ilustrativos me pregunto: ¿qué somos? ¿cómo somos? ¿somos libres o deterministas? ¿cómo construye el cerebro una imagen? ¿cómo pensamos? ¿qué es la consciencia o cómo funciona? ¿se puede desentrañar el lenguaje neuronal?… ¿se podrían responder estas preguntas?
Resulta, pues, que somos unos desconocidos para nosotros mismos, por lo cual deberíamos intentar aprender el funcionamiento global del cerebro, de las funciones mentales y de la consciencia. Este tipo de conocimiento que no sigue un comportamiento lineal, ni determinista, sino que probablemente subyace al ámbito cuántico podría no estar listo aún para contestar las preguntas señaladas, pero sí se pueden establecer las incongruencias que se dan al tratar de responderlas por medio de la física clásica o, incluso, se podrían desvelar/mostrar asociaciones con las propiedades cuánticas. Este camino sigue avanzando a pasos agigantados.
En general, traduciendo lo cuántico a lo comprensible, se sabe que: la realidad existe solo en nuestra mente, que al observarla puedo modificarla y que lo tangible está unido a lo intangible en un “todo”. De igual manera, al reconocer que existe una comunicación o sincronización a distancia, que la realidad es probabilística por lo que en la vida no hay certezas sino incertidumbre, que el libre albedrío sí existe y somos responsables de nuestra vida, que la materia es macroscópica y que la energía/onda es microscópica, se podría llegar a ciertas analogías cuánticas.
A pesar de que a escala macroscópica no se puede demostrar un comportamiento cuántico en el sistema nervioso ni abordar su funcionamiento desde una perspectiva global como un todo, sí se puede visualizar un sistema nervioso dinámico, formado por redes y circuitos muy complejos con una dinámica neuronal que no se explica por la física clásica, determinista y binaria, sino que se evidencian fluctuaciones cuánticas de acuerdo al tipo de información que es procesada. Es decir, hay una interacción entre la estructura y la función cerebral que pueda, en un futuro, abrir puertas cuánticas para explicar la mente y la consciencia. Por otro lado, la ciencia avanza y se ha demostrado coherencia cuántica – armonía perfecta, pura y natural de la naturaleza expresada en sincronicidad, interconexiones y en un “todo”- en algas marinas, en los fotorreceptores de la retina y en el sistema olfativo de roedores, entre otros.
Aunque, explicar el mundo de lo pequeño en el cerebro pareciera no tener lógica, en realidad se pueden emplear “procesos cuánticos para describir fenómenos cognitivos”. Aclara más adelante, el experto en psicología matemática Jerome Busemeyer, “cuando se habla de psicología cuántica no nos estamos refiriendo al funcionamiento biológico de las neuronas, sino al modo en que nuestro encéfalo procesa la información para, en última instancia, construir los pensamientos”.
Un ejemplo de la superposición cuántica, o poseer simultáneamente dos o más valores/respuestas, es el siguiente: ante una simple pregunta ¿cómo quiere su café, guayoyo o tinto?, el cerebro no tiene una única respuesta, sino que se dan todas a la vez porque hay una superposición de estados similar al experimento del Gato de Schrödinger, estar vivo y muerto, explicado en la Parte I, y que a la final y espontáneamente se convierte en uno de los dos estdos.
Otros experimentos de esta propiedad que desafían la lógica clásica se encuentran descritos en el artículo “Tu cerebro cuántico: ¿vivimos en estados mentales superpuestos?”. Uno de ellos consiste en un juego de dados en el cual los jugadores tienen la oportunidad de ganar 200 euros o perder 100 euros al lanzar unos dados ocultos a los jugadores. Después del primer lanzamiento, se les pregunta si quieren volver a apostar, pero no a todos se les informa si ganaron o perdieron. No hubo diferencias en las respuestas de sí volver a jugar entre los ganadores (70%) y los perdedores (60%), los cuales sí conocían las respuestas; pero, en aquellos a los que no se les dio esa información, es decir no sabían si ganaron o perdieron, solamente un 35% respondió sí volver a jugar. El jugador que no sabe si ganó o perdió se encuentra en un estado de superposición que interfiere con la decisión, lo que significa que la respuesta no está bien definida y la decisión toma tiempo en el proceso. Como estos, la autora Joana Branco describe varios experimentos en donde se manifiestan varios estados mentales superpuestos y en algunas ocasiones, además, los pensamientos se entrelazan cuando el contexto es ambiguo. Se podría decir que la incertidumbre obstaculiza la decisión y la conducta.
Otro ejemplo es el humor o la capacidad de percibir lo absurdo y divertido. Las bases del sentido del humor son también cuánticas porque obligan al cerebro a contemplar, por ejemplo, dos interpretaciones a la vez. De la misma forma que una superposición entre partículas colapsa cuando se mide (obtener un resultado cuantificable) y el objeto en cuestión adquiere una única posición, el hecho de entender un chiste se debe a que el cerebro opta por una de las posibles interpretaciones de la frase, lo que resuelve el conflicto y unos se ríen y otros no.
Por otro lado, las técnicas de neuroimagen muestran que el cerebro funciona como un todo y no como un cúmulo de procesos localizados. Por ejemplo, cuando vemos un árbol, lo vemos de color verde y sabremos si es un pino o un apamate al instante; o sea, procesamos la imagen como un todo, no vemos primero el color verde y luego la forma del árbol.
Existen otras pruebas de la existencia de fenómenos cuánticos en el cerebro, a los cuales no nos referiremos. Quizás sean demasiado neurocientíficas estas historias y a pesar de no saber concretamente en donde está la mente o la consciencia, ya que la cuántica no tiene localidad ni un lugar determinado, la idea y el propósito de este artículo es saber que existen vías por donde peregrinar e ir cambiando en la vida.
A la final, es esencial tener presente que nuestro cerebro procesa la información con funciones no algorítmicas que dan origen a un mundo equilibrado aunque no determinista, que funciona como un todo y algo muy importante es que podemos ejercer el libre albedrío para cambiar durante la travesía que es vivir.
¿Tenemos como civilización que permutar o reinventarnos?
La humanidad, globalmente, padece de un deterioro manifestado en: guerras inauditas para el momento, un fanatismo extendido, pérdida de identidad individual, ambiciones desmedidas por dominar al mundo y tener el poder absoluto en la humanidad, desaparición del YO y del sí mismo, decadencia del lenguaje y de la lectura, infodemia, uso excesivo de lo digital y en un nihilismo, no en términos filosóficos como cuestionar las estructuras tradicionales, sino, en cambio, se manifiesta, particularmente en la juventud, en un nihilismo posmoderno con predominio de la negación de todo y de un vacío de creencias impregnado de desesperanza, en fin, un convertirse en “la nada”, lo que resulta en una humanidad que adolece de ausencia total de sindéresis.
Por lo demás, dada la complejidad e inestabilidad del espacio individual, en medio de eventos asombrosos o impensados, reflejo de lo que acontece en nuestro país y en el planeta, la existencia de cada ser es crítica ya que navega en un mar de incertidumbre. Y ¿cómo luchar contra este entorno?
Pues, sí podemos vencer ese ambiente, externo e interno, ya que poseemos capacidades físicas y biológicas que nos permiten transformarnos porque nuestro cerebro es dinámico al registrar, almacenar y actualizar la nueva información y experiencias para sortear las vicisitudes individuales y como civilización. Con la finalidad de soslayar los peligros externos e internos, nuestro cerebro debe ser entrenado para cambiar y practicar cada día esa dinámica de transformación en cada uno que luego incidirá en el cambio de todos.
Es necesario recordar que Santiago Ramón y Cajal señalaba que “cada hombre si se lo propone puede ser el escultor de su propio cerebro”; Max Planck dijo: “cuando tu cambias la manera de ver las cosas, también cambian las cosas que miras” y Joe Dispensa señala “cuando yo soy capaz de reconocer mis emociones estoy cambiando mi biología y cuando cambio mi biología me convierto en otra persona”. Esto quiere decir, como señaló Sri Nisargadatta “hay que tomar consciencia del inconsciente”.
En MiradorSalud, hemos señalado en múltiples ocasiones las oportunidades que nos ofrece la epigenética (Parte I y Parte II) para transformarnos. Como hemos mencionado, es crítico ampliar nuestra visión y la comprensión de este mundo cuántico, desconocido e inexplicable, para abrir la mente, poder ver las cosas de otra manera y reconocer que existe otra realidad paralela con la cual nuestro vivir está imbricado. Este mundo debe ser estudiado por nosotros, seres humanos comunes y corrientes, y aceptar que debemos conocer nuestro YO para poder cambiar.
Les cuento una anécdota en donde para mí apareció una sincronicidad. Me ocurrió escribiendo este artículo. Resulta que estando abstraída en leer y leer descubrí la historia del Dalai Lama, el budismo y la física cuántica. Sabía de los estudios del cerebro del Dalai Lama y de monjes budistas que realizó el neuropsicólogo Richard J Davidson, quién investiga sobre la neurociencia afectiva, para evaluar el efecto de la práctica de Mindfulness en sus cerebros, historia que fue relatada en mí artículo: Mindfulness: un entrenamiento para ser mejores personas. No obstante, no conocía su relación directa con Anton Zeilinger, el mencionado premio Nobel de Física en 2022, por su investigación en la propiedad del entrelazamiento cuántico, o sincronicidad para algunos, y su aplicación en la teletransportación.
Por lo tanto, resulta que el Dalai Lama y sus monjes tienen mucho tiempo reuniéndose con científicos y físicos cuánticos. En 1987, se comenzó el ciclo sobre “Mente y Vida” y la segunda conferencia en 1989 coincidió con el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz; de allí se pasó al ciclo “Mente y Consciencia” sobre cerebro, consciencia y temas relacionados y la primera conferencia sobre ciencias físicas fue en 1996/1997.
Narro esta anécdota por su asociación con la sincronicidad y porque existen muchas similitudes entre el budismo y lo cuántico y eso es interesante porque el practicar “mindfulness” (plena atención) y fortalecer el mundo interior (sensibilidad) cambia el cerebro.
Finalizo con el “Árbol de la vida” que contiene algunas herramientas para transformar el Sí mismo y la manera de pensar y luego contribuir sembrando lo aprendido. Las prácticas fueron tomadas del artículo: “¿Cómo mejorar la neurogénesis, la neuroplasticidad y el pensar? ¡Nuestra mente puede hacerlo!
Pregunto: ¿Todos los caminos conducen al mundo cuántico? ¡Pareciera que sí!
No obstante, debemos tener presente que, como sucede en el mundo digital que puede ser útil para el bien o el mal, en el mundo cuántico sucede lo mismo. Pudiéramos asumir como fin un proceso de evolución, prosperidad y florecimiento de la humanidad/civilización o tomar el camino de su desaparición o distopía.
El deterioro en que nos encontramos culturalmente como seres humanos pudiera conducirnos a mundos terribles, al socavar nuestra identidad y SER debido a la investigación y práctica acelerada de procesos cuánticos como, por ejemplo, la IA.
Esto constituye un ¡ALERTA! revelador que debe conducirnos a reflexionar, individualmente y en comunidad, para prevenir las distopías.
A la vez, es vital poner límites a través de leyes a este tipo de avances científicos con el fin de preservar el valor de la ética en lo humano. Es decir, “construir la gobernabilidad” con el fin de poner orden a este caos universal y evitar el transhumanismo.
Mario Puig, siguiendo el símil de la mariposa, nos dice: “podemos despertar y aflorar la verdadera realidad del ser”, a la vez que debemos seguir los mandatos del “Árbol de la vida” con la idea de conocernos mejor y poder cambiar.
Irene Pérez Schael