Los niños y adolescentes que han sido con frecuencia víctimas de actos de intimidación y acoso (bullying) por parte de sus compañeros o pares pueden presentar trastornos emocionales y afectivos ocasionados por los malos tratos, que conducen al desarrollo de graves problemas de salud mental en la adultez temprana. Estos efectos adversos pueden ser, a largo plazo, más devastadores que los causados por los abusos psicológicos, sexuales y por negligencia que inflingen los adultos a los menores.
Así lo señala un estudio publicado en la prestigiosa revista The Lancet Psychiatry, el 28 de abril de 2015.
El maltrato infantil es un problema mundial y ha sido motivo de intensa preocupación en los países desarrollados por más de un siglo. Esta condición incluye todos los tipos de abuso físico, emocional o sexual, descuido o trato negligente, explotación comercial o de otro tipo que puedan causar un daño real o potencial a la salud, la supervivencia, el desarrollo o la dignidad de los menores de 18 años, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.
El riesgo de maltrato es mayor en los primeros años de vida. Las estimaciones oficiales de la OMS de casos confirmados reportan que una cuarta parte de todos los adultos manifiestan haber sufrido maltratos físicos cuando eran niños. Por otra parte, una de cada cinco mujeres y uno de cada 13 hombres declaran haber sido víctimas de abusos sexuales en la infancia.
La exposición al maltrato frecuente afecta negativamente tanto a la salud física como a la mental. Puede alterar la respuesta biológica frente al estrés psicológico y producir cambios estructurales del cerebro, principalmente, en los circuitos cerebrales responsables de la conducta y el control de impulsos y emociones como la agresividad, el miedo y la rabia.
Igualmente, el maltrato frecuente aumenta la incidencia de los trastornos de ansiedad y depresión, autolesión e intentos de suicidio y tiene efectos negativos a largo plazo sobre el rendimiento y el empleo.
Además, el maltrato aumenta el riesgo de consumo de drogas ilícitas, alcohol y cigarrillo e incrementa la incidencia de procesos inflamatorios, obesidad y embarazos no deseados.
Bullying: intimidación o victimización entre iguales
Durante la etapa escolar los niños pasan más tiempo con sus pares y las interacciones entre ellos adquieren mayor importancia. Los compañeros cumplen un papel importante en el proceso de socialización, pero también pueden ser una fuente importante de estrés. La exclusión social sistemática y el abuso físico y verbal son considerados como actos de intimidación o victimización entre iguales. Esta condición también es conocida como abuso escolar o bullying, que es el término más utilizado actualmente para denominar este tipo de malos tratos.
El bullying se caracteriza por un comportamiento agresivo y repetitivo de un individuo o un grupo de pares que ostentan más poder que la víctima.
Investigaciones previas han analizado los efectos del bullying en la salud mental y física, sin embargo el estudio que nos ocupa es el primero en comparar los efectos adversos de la intimidación y victimización entre iguales con los del maltrato ocasionado por los adultos.
En vista de la similitud de los efectos adversos en la salud física y mental del maltrato ocasionado por los adultos y el bullying, a los autores del estudio les pareció razonable plantearse tres interrogantes:
- Si los padecimientos observados en los menores que habían sido intimidados y victimizados por sus pares eran el resultado de haber experimentado ambas condiciones (maltrato previo y bullying).
- Si los trastornos de la salud física y mental de los menores que habían sido víctimas del bullying eran sólo atribuibles al maltrato previo.
- Si los problemas de salud física y mental que presentaban los afectados por el bullying eran independientes de los malos tratos provenientes de los adultos.
Para lograr su objetivo los investigadores analizaron los hallazgos de dos estudios de larga duración, que involucraban a miles de niños. Ambos ensayos incluían datos sobre abuso infantil y bullying. Además, aportaban información sobre la salud mental de los menores (ansiedad, depresión, autolesión o tendencias suicidas) durante su infancia, adolescencia y adultez temprana.
Los autores analizaron los datos de 4.026 niños que participaron en el estudio del Reino Unido ALSPAC (Avon Longtitudinal Study of Parents and Children) y 1.273 menores de los EE.UU. que eran participantes del Smoky Mountain Study.
En el estudio británico (ALSPAC) los investigadores analizaron las denuncias de maltratos entre 8 semanas de vida y 8,6 años; bullying a las edades de 8, 10 y 13 años; datos de la salud mental a los 18 años.
El Great Smoky Mountain Study aportó datos de maltrato y bullying entre 9 y 16 años y el estado de la salud mental entre 19 y 25 años.
En el estudio ALSPAC, 8,5% de los niños fueron víctimas sólo de maltrato, 29,7% reportaron sólo bullying y 7% reportaron maltrato y bullying.
En el Great Smoky Mountain Study, 15% de los menores reportaron sólo maltrato, 16,3% bullying y 9,8% fueron víctimas de ambas condiciones.
En el estudio realizado en EE.UU., los niños que habían sido sólo maltratados por adultos eran cuatro veces más propensos a desarrollar depresión en la adultez temprana, en comparación con los menores que no habían sido maltratados ni intimidados por sus pares.
Sin embargo, los niños que habían sido sólo víctimas del bullying eran casi cuatro veces más propensos a presentar problemas de salud mental, en comparación con los menores que sólo fueron maltratados o abusados por adultos.
En el estudio realizado en el Reino Unido, los niños que fueron víctimas solamente del bullying eran 1,6 veces más propensos a presentar problemas de salud mental (trastornos de ansiedad, depresión, autolesión), en comparación con los menores que experimentaron sólo maltrato.
Los niños de ambos países fueron más propensos a presentar problemas de salud mental, si habían sido víctimas del bullying.
Los investigadores también encontraron que en los dos estudios, alrededor de 40% de los menores que fueron abusados por adultos también fueron intimidados por otros niños. Las explicaciones para este hallazgo no están claras, pero es posible que una historia de abuso y maltrato afecte la capacidad de los menores para regular sus emociones y, por lo tanto, los haría más susceptibles al bullying.
Para realizar el análisis estadístico, los investigadores tomaron en cuenta factores de confusión como el género, la inestabilidad o adversidad en el seno de la familia, el estatus socioeconómico y otros factores que podrían influir en la asociación entre maltrato, bullying y salud mental.
El bullying, una experiencia devastadora
Los autores del estudio señalan que “el bullying puede dejar más cicatrices emocionales que el maltrato infantil porque mientras la sociedad reconoce el abuso de menores como un problema grave y apoya a sus víctimas, la gente no percibe el bullying de la misma manera”. Hay personas que piensan que el acoso escolar es una experiencia necesaria para templar y endurecer el carácter.
Es muy importante resaltar que el bullying afecta la autoestima, aumenta la desconfianza hacia las otras personas, fomenta el aislamiento social, la percepción de soledad, y la desesperanza, lo cual genera un estado de estrés crónico devastador, que puede conducir a una depresión grave y aumentar el riesgo de suicidio.
Aun cuando, actualmente, hay más conocimiento del daño que causa el bullying, los niños que son victimizados por sus pares no siempre reciben el soporte emocional necesario y muchas veces tienen que enfrentar el problema solos. Esa falta de apoyo y validación exacerba aún más las consecuencias perjudiciales de la intimidación.
Los síntomas psicosomáticos que presentan los niños afectados son señales de advertencia que los médicos, padres y maestros deberían reconocer para intervenir a la brevedad posible.
Es importante mitigar el impacto negativo del bullying mediante intervenciones adecuadas y adaptadas al grado de desarrollo individual de los menores afectados.
Muchas personas que han sido víctimas de maltrato o bullying llegan a ser adultos sanos tanto desde el punto e vista emocional como físico. Futuras investigaciones tratarán de dilucidar y entender la capacidad de recuperación y resiliencia que tienen algunos individuos frente a esos desafíos.
Los maestros, los padres, los médicos y los organismos encargados de la salud pública deberían trabajar juntos para prevenir y reducir el riesgo de bullying y, así, evitar tanto sus efectos adversos en la salud de los niños, adolescentes y adultos jóvenes como la injusticia y el sufrimiento inmediato que causa este tipo de actos de intimidación y victimización.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian
2 Comentarios
geyna rivas
excelente articulo seria bueno enviar copia a los directores de los colegios
Mirador Salud
Estimada Geyna,
Gracias por su comentario.
Saludos,
Berdjouhi Tsouroukdissian