Un nuevo estudio desafía el concepto tradicional que propone que “una caloría es una caloría” independientemente del alimento del cual esta provenga y sugiere que algunas dietas pueden ser mejores que otras para mantener la pérdida de peso, sin causar efectos secundarios indeseables.
Recuperar buena parte del peso perdido después de haber seguido una dieta baja en calorías, durante varios meses, es uno de los problemas más frecuentes y frustrantes que tienen que afrontar tanto las personas afectadas por problemas de sobrepeso y obesidad como los endocrinólogos, dietistas y nutricionistas encargados de asesorar y ofrecer la dieta más adecuada para cada individuo.
De acuerdo con los datos suministrados por la National Health and Nutrition Examination Survey (1999-2006), solo 1 de cada 6 adultos con sobrepeso y obesidad logran mantener apenas 10% del peso perdido en un año.
Varios factores podrían ser responsables de estos resultados tan pobres. Después de la pérdida inicial de peso, se activan una serie de mecanismos de adaptación biológica. Se observa aumento del apetito y reducción del gasto energético, debido a la disminución de la velocidad a la que se queman las calorías. Esto, sumado a una menor motivación y adhesión a la dieta y a los programas de ejercicio, favorece la recuperación de buena parte del peso perdido.
Uno de los objetivos de los autores del estudio fue determinar los efectos de la composición de la dieta en el gasto de energía diario (kilocalorías/día) durante el período de mantenimiento, posterior a la pérdida de peso inicial.
La investigación fue conducida por la Dra. Cara Ebbeling, PhD, directora asociada de la New Balance Foundation Obesity Prevention Center del Hospital de Niños de Boston. El estudio fue publicado en la revista Journal of American Medical Association, en su edición del 27 de junio de 2012.
Los autores reclutaron 21 participantes adultos de 18 a 40 años con sobrepeso y obesidad, quienes en la primera etapa del estudio perdieron de 10 a 15% de su peso corporal después de seguir una dieta durante 3 meses, en la cual 45% del total de las calorías provenía de los carbohidratos, 30% de las grasas y 25% de las proteínas.
Posteriormente, los participantes siguieron durante cuatro semanas cada una de las tres dietas diseñadas para el mantenimiento del peso perdido, lo cual permitió la observación rigurosa de los efectos de estas en cada uno de los voluntarios.
Todos los sujetos consumieron alrededor de 1.600 calorías diarias independientemente del tipo de dieta asignada.
Los tres planes de mantenimiento
Dieta baja en grasas: incluye principalmente granos enteros o integrales, frutas, vegetales y cantidades muy reducidas de carnes, aceites, nueces y otros alimentos de alto contenido graso. El 60% de las calorías proviene de los carbohidratos; 20%, de las grasas; y 20%, de las proteínas.
Dieta baja en carbohidratos: parecida a la célebre dieta de Atkins en la cual el 10% del total de calorías proviene de los carbohidratos; 30%, de las proteínas; y 60%, de las grasas. Este tipo de dieta minimiza el consumo de carbohidratos como el pan, el arroz, la pasta, las papas, mientras que favorece el consumo de carnes rojas, pollo, pescado, huevos, queso y algunos tipos de vegetales y frutas.
Dieta de índice glicémico bajo: similar a la dieta Mediterránea que incluye granos enteros como la avena, el arroz integral, frijoles, carnes magras como el pescado, frutas, vegetales y grasas saludables como el aceite de oliva y las nueces. En este plan de alimentación se evita el consumo de alimentos con alto contenido de almidón como las papas, carbohidratos altamente procesados como los del pan blanco, bebidas azucaradas y dulces.
En este tipo de dieta 40% de las calorías diarias proviene de las grasas, 40% de los carbohidratos y 20% de las proteínas. Los carbohidratos de índice glicémico bajo como las lentejas se digieren lentamente, lo cual permite mantener la glicemia (azúcar en la sangre) y la insulina estables después de las comidas.
Los investigadores midieron el gasto energético en reposo y el gasto energético total (la cantidad de kilocalorías que se gastan al día) de cada participante durante el proceso de seguimiento de cada dieta.
El cuerpo humano gasta la energía a través de varias vías: el gasto energético de reposo (GER) corresponde a la energía que consume el organismo para garantizar los procesos vitales como la circulación, la respiración y la energía que se requiere para digerir, absorber y metabolizar los nutrientes. Otra de las vías de gasto de energía es la actividad física voluntaria que sumada al GER constituye el gasto energético total (GET).
El GER representa la mayor parte del gasto energético total.
Los participantes que consumieron la dieta baja en carbohidratos fueron los que presentaron el gasto energético total más alto, quemaron un promedio de 325 kilocalorías diarias más, en comparación con los sujetos que ingirieron la dieta baja en grasas, lo cual equivale al gasto de calorías que produce una hora de actividad física moderada. Esto permite mantener con más facilidad el peso perdido. Sin embargo, presentaron efectos indeseables como el aumento del cortisol (hormona del estrés), que incrementa la resistencia a la insulina y el de un marcador de inflamación (PCR) que eleva el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular.
Los participantes que consumieron la dieta de bajo índice glicémico quemaron 150 calorías diarias más, en comparación con los sujetos que consumieron la dieta baja en grasas. No presentaron alteraciones hormonales ni del perfil de lípidos ni del marcador de inflamación (PCR).
Los participantes que ingirieron la dieta baja en grasas presentaron el gasto energético total más bajo, en otras palabras quemaron menos kilocalorías al día, en comparación con los sujetos que consumieron las otras dos dietas. Además, los autores observaron aumento de la resistencia a la insulina, disminución del colesterol bueno (HDL) e incremento de los triglicéridos.
Este estudio aporta un respaldo importante a la tesis de que no todas las calorías son iguales desde el punto de vista metabólico, ya que la calidad de las calorías que ingerimos afecta la cantidad de calorías que quemamos.
En resumen, cuando se planifica una dieta es importante considerar tanto la cantidad como la calidad de las calorías.
Las dietas de bajo índice glicémico como la dieta Mediterránea representan un adecuado “término medio”, son mucho más fáciles de seguir y menos restrictivas que aquellas bajas en carbohidratos y grasas, ya que no reducen drásticamente ningún grupo de alimentos. Este tipo de dietas incluye una amplia variedad de alimentos de alto valor nutritivo que contribuyen a una mejor adhesión al plan de alimentación, lo cual garantiza el mantenimiento del peso y la prevención de la enfermedad cardiovascular.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian