Desde que se decretó como pandemia la enfermedad por coronavirus, COVID-19, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha insistido en su informe “Responder a las repercusiones del brote de la COVID-19 sobre las cadenas de valor alimentarias a través de una logística eficiente”, en que aparte de la crisis sanitaria gravísima, un colateral casi tan peligroso como la pandemia, es que la misma ha provocado alteraciones globales en la logística de las cadenas de suministro de alimentos, cuya eficacia es fundamental para el sector agroalimentario, sobre todo en épocas de crisis, por tanto, sus perturbaciones pueden repercutir negativamente en la seguridad alimentaria y nutricional de los países
Continuando en MiradorSalud con nuestro interés sobre el tema de pérdida y desperdicios de alimentos (PDA) nos daremos cuenta de cuan doloroso es el mismo en esta crisis. Empecemos con algunos registros de eventos en varios países:
Estados Unidos
Con asombro y tristeza hemos leído el artículo del New York Times con algunos ejemplos de lo que pasa en USA:
…muchas de las granjas más grandes de la nación están luchando con otro horrible efecto de la pandemia: se ven obligados a destruir decenas de millones de libras de alimentos frescos que ya no pueden vender
- En Wisconsin y Ohio, los agricultores están vertiendo miles de galones de leche fresca en lagunas y estercoleros.
- Un agricultor de Idaho ha cavado enormes zanjas para enterrar 1 millón de libras de cebolla.
- En el sur de Florida, una región que abastece a gran parte de la mitad oriental de los Estados Unidos con productos agrícolas, los tractores están arando campos de frijoles y repollos, con verduras perfectamente maduras en el suelo.
- El cierre de restaurantes, hoteles y escuelas ha dejado a algunos agricultores sin compradores para más de la mitad de sus cultivos
- Aunque los minoristas ven aumentos en las ventas de alimentos a los estadounidenses, quienes ahora hacen casi todas las comidas en casa, las ventas no son suficientes para absorber todos los alimentos perecederos como los vegetales sembrados hace semanas, que serían destinados a escuelas y empresas.
- La cantidad de residuos es asombrosa. La cooperativa lechera más grande del país, Dairy Farmers of America, estima que los granjeros están vertiendo hasta 3,7 millones de galones de leche por día.
- Un único procesador de pollo está rompiendo 750.000 huevos sin eclosionar cada semana.
También en USA: “Eutanasia de cerdos sanos”
Se han publicado fotos inquietantes con montones de cadáveres de cerdos en la planta de procesamiento de JBS USA en el sur de Minnesota
- Los productores tendrán que sacrificar 10 millones de cerdos a mediados de septiembre para evitar el hacinamiento porque las plantas de procesamiento de carne permanecen cerradas debido a COVID-19.
- «Cada día que se cierra JBS, otros 20,000 cerdos que estaban programados para ser procesados tienen que ir a algún lado», dijo un criador de cerdos.
- Actualmente no se pueden enviar a las plantas alrededor de 170,000 cerdos por día, y no hay espacio suficiente para alojarlos a todos.
- El Consejo Nacional de Productores de Cerdos dice que la decisión de sacrificar hasta 10 millones de cerdos en los próximos meses es «la única opción humana».
- La planta de JBS procesa el 4 por ciento de las operaciones de carne de cerdo de la nación y cerraron voluntariamente el 20 de abril después de que más de 200 empleados dieron positivo por COVID – 19, pero se reabrió a capacidad limitada.
Los avicultores están atrapados con grandes cantidades de huevos que no pueden vender. La situación ha obligado a los agricultores a vender sus huevos y aves por debajo de sus costos de producción e incluso a romperlos y tirarlos. Razones:
- Caída de la demanda de sus productos en restaurantes, restaurantes, hoteles y confiterías.
- Obstrucción en la cadena de suministro. Los avicultores tienen dificultades para mover los huevos y las aves a las principales ciudades donde se necesitan.
Los líderes campesinos dijeron que la situación es peor que la desmonetización, que solo retrasó los pagos y no dañó la cosecha, pero ahora dicen que las pérdidas aumentarán porque es la época de la cosecha de uvas, sandías, plátanos, melón, chana, algodón, chile, cúrcuma, comino, cilantro, cebolla y papa.
El problema: más la interrupción del suministro de alimentos que la escasez de alimentos
Mientras el mundo observa todo esto con estupor, la causa señalada es aquella sobre la que advierte FAO: Las cadenas de suministro se han roto.
Pero algo es obvio. Algo no está funcionando bien en nuestros sistemas alimentarios. Un artículo publicado en Times, el 8 de mayo de 2020, lo disecta con esmero: Como el coronavirus está exponiendo la frágil cadena de suministro de alimentos del mundo, y podría dejar a millones hambrientos
- En todo el mundo, las cosechas se desperdiciarán porque los trabajadores tienen prohibido trabajar, no pueden viajar a las granjas o no quieren trabajar por miedo a contraer el virus. Las plantas de procesamiento de carne en los EE. UU. se han cerrado por brotes de COVID-19. Los agricultores en los EE. UU. y el Reino Unido se han visto obligados a deshacerse de la leche porque la demanda de los restaurantes y cafeterías se desplomó con el cierre. Las restricciones de transporte han dificultado que los agricultores obtengan semillas y fertilizantes para plantar nuevos cultivos, o enviar los que cosechan a los mercados locales de alimentos que han cerrado en algunos lugares. Para exacerbar el problema, algunos países han impuesto prohibiciones a la exportación: Vietnam anunció una prohibición de las exportaciones de arroz en marzo, aunque luego se levantó, y Rusia anunció en abril una cuota para las exportaciones de trigo hasta junio, bloqueando el comercio del que dependen otros países para alimentar con sus productos a millones de personas.
- Con el colapso de la economía global causado por bloqueos en todo el mundo, millones de personas que ya luchaban por alimentar a sus familias ahora enfrentan situaciones difíciles a medida que el trabajo desaparece y los empleos se evaporan. Y en lugares que dependen de las importaciones de alimentos, los precios podrían dispararse debido a las interrupciones de la cadena de suministro.
La cadena de suministro opera en el mundo con los métodos just-in-time, o “justo a tiempo”. Es decir, los alimentos se mueven a lo largo de la cadena en flujos calculados para que no haya retrasos ni aceleraciones que afecten los pasos siguientes y evitar, sobre todo, “cuellos de botella” para que los lotes lleguen a su destino mientras los nuevos lotes ya han comenzado el flujo. Con la emergencia por COVID-19, al haber problemas en varios eslabones de la cadena, y particularmente en los receptores finales, se acumulan los alimentos y no salen.
Entonces cabría preguntarse cómo es posible que esto no pueda controlarse sino a través del descarte y destrucción de los alimentos.
Algo falla. Sobre todo, con 820 millones de personas con hambre en el mundo antes de COVID-19. Antes de que el coronavirus se extendiera por todo el mundo, 135 millones de personas en 55 países enfrentaban hambre aguda, principalmente debido a conflictos, cambio climático y crisis económicas, estimó el Programa Mundial de Alimentos. En el Informe de Crisis Alimentarias mundiales, Venezuela representa la cuarta crisis alimentaria más grande con 9,3 millones de personas en inseguridad alimentaria aguda, con necesidad de asistencia alimentaria urgente. Si se tiene en cuenta la pandemia, el número global de personas con hambre aguda casi se duplicará a 265 millones.
¿Qué hacer?
En el importante documento de FAO con el que abrimos este artículo, se esbozan varias acciones para evitar la escasez de alimentos en tiempos de COVID-19: la asistencia alimentaria de emergencia, la expansión y mejora de la protección social, y el apoyo a los pequeños agricultores para mejorar su productividad y capacidad de traer bienes. Sin embargo, hay una sola mención al desperdicio de alimentos en el apartado de Garantizar el acceso de los consumidores a los alimentos: “Divulgar y promover el uso de las aplicaciones existentes que se han desarrollado para reducir el desperdicio de alimentos en las zonas urbanas. El sector privado puede desempeñar una función decisiva especialmente a este respecto».
Por otro lado, es importante observar qué están haciendo los Estados y grandes grupos empresariales, por ejemplo, para resolver esta paradoja siniestra, que siempre ha existido por lo demás, relacionada con las PDA y el hambre. Solo que ahora más visibilizada por la tragedia mundial, o también porque el gran nodo de PDA ha sido desplazado del consumidor hacia etapas previas de la cadena de producción.
No se ha visto muchas iniciativas en este sentido.
Hay que citar la del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, (USDA), que anunció a principios de mayo, 1200 millones de dólares en contratos para ayudar a los productores y comunidades estadounidenses afectadas por la pandemia, para comprarles y distribuir sus productos agrícolas a los necesitados, a través del Programa de “Caja de Alimentos de Agricultores a Familias”. USDA busca asociarse con proveedores nacionales, regionales y locales, cuya fuerza laboral se ha visto significativamente afectada por el cierre de restaurantes, hoteles y otras empresas de servicios de alimentos, para comprar hasta $ 3 mil millones en productos vegetales frescos, productos lácteos y cárnicos. Los proveedores empaquetarán estos productos en cajas de tamaño familiar que serán transportarlas a bancos de alimentos, organizaciones comunitarias y religiosas y otras organizaciones de caridad. Esta iniciativa ha sido criticada en razón de los destinatarios finales, instituciones muy importantes como los bancos de alimentos y los comedores, pero que llaman a la afluencia de personas y propician el aforo de gente y los riesgos de contagio. Lo ideal sería fortalecer un programa tan estructurado y exitoso como el Programa de cupones para alimentos (SNAP). Es decir, cupones o transferencias en efectivo, de modo que compren o se les donen estos productos, pero en tiendas pequeñas y cercanas. Se habla hasta del «dilema de los bancos de alimentos«, artículo al cual corresponden estas fotografía.
Venezuela
Como lo comenta Susana Raffalli, la crisis alimentaria en la que resultó la crisis sanitaria por COVID-19 encuentra a Venezuela en el peor momento de su capacidad para responder, absorber y mitigar los impactos que ha tenido sobre la cadena alimentaria mundial, y por supuesto, sobre el propio sistema alimentario venezolano, el cual ya venía en un proceso progresivo de desmantelamiento, cooptación y destrucción desde, al menos, el año 2010.
En un próximo artículo trataremos de consolidar información sobre las PDA en Venezuela durante la crisis de COVID-19, agravada por un disruptor imbatible de las cadenas de suministro: la ausencia de combustible.
Mientras tanto, es imprescindible leer este reportaje en Prodavinci, que pareciera reflejar con los matices propios y trágicos de nuestra Venezuela, lo discutido es este artículo.
Agricultura en riesgo en tiempos de pandemia
María Soledad Tapia
Maria.tapia@5aldia.org.ve
Composición de la fotografía que acompaña este artículo:
Wasted milk, euthanized livestock: Photos show how coronavirus has devastated US agriculture
‘Nowhere for it to go’: Dairy farmers dump their milk down the drain
Un Comentario
Carlos Matos
Este artículo es interesante, ya que aporta posibles soluciones para evitar la pérdida de alimentos por la pandemia y además aporta propuestas para organizar las donaciones de alimentos a la personas desamparadas producto de la pandemia.