Los eventos traumáticos como experimentar o ser testigo de un acto violento, sufrir un accidente, estar expuesto al trauma de un ser querido o a la guerra son circunstancias comunes en la vida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que entre el 10% y 22% de la población ha tenido un estrés postraumático en alguna oportunidad. No obstante, pareciera que estas cifras están aumentando muy aceleradamente, dada la cantidad de conflictos, guerras, gobiernos dictatoriales, epidemias, entre otras circunstancias, que arropan al mundo, en estos tiempos.
Por ejemplo, en la actualidad, coexisten una epidemia desbordada de Ébola en África con casos en España y Estados Unidos, la crisis de ISIS en medio oriente, la guerra en Ucrania, los conflictos entre Israel y Palestina, por nombrar unos pocos problemas o tragedias. Es preciso poner atención a esta situación que afecta la salud mental de sociedades enteras en distintas regiones del planeta e implementar medidas para aliviar las secuelas de esta condición de vida, aunque sea por un tiempo determinado.
Después de conflictos de masas, los países que lo sufren están en riesgo de aumentar la violencia colectiva y trastornos mentales que afectan negativamente el desarrollo social, económico y político de la población. La recurrencia de conflictos aumenta el riesgo de desórdenes postraumáticos y otras formas de problemas mentales en una evidente relación de dosis-efecto, señalan los autores de una publicación en The Lancet. Igualmente, la persistencia de violaciones a los derechos humanos conduce a desórdenes mentales.
El mencionado artículo, titulado: “Efectos de la violencia recurrente en el desorden del estrés postraumático y la ansiedad grave en el conflicto de Timor-Leste: un estudio longitudinal de 6 años”, es el primero en mostrar los efectos negativos en la salud mental de una población en épocas posteriores a conflictos. Los autores muestran que períodos de violencia conducen a una escalada del estrés postraumático, definido como la dificultad para realizar el trabajo del hogar, oficina o los estudios, cuidar a la familia o realizar actividades sociales, según estándares definidos por la OMS.
Timor-Leste es una pequeña isla en el sudeste asiático que ha sufrido múltiples ocupaciones y conflictos sociales y políticos, situación ideal para evaluar el estrés postraumático. El estudio se realizó entre 2004 y 2010, durante la ocupación por Indonesia y en períodos de conflictos internos, y comprendió la evaluación de la presencia de estrés postraumático, angustia grave, eventos traumáticos, pobreza, conflictos y la situación de injusticia, mediante entrevistas durante 6 años de seguimiento.
La investigación mostró un aumento del estrés postraumático y la angustia severa en situaciones de trauma relacionadas con los derechos humanos, la condición de ser mujer (la mujeres son más proclives al estrés postraumático), exposición a asesinatos y a violaciones de los derechos humanos durante la ocupación, conflictos familiares y colectivos, y, particularmente, con el sentimiento de injusticia. La conclusión de los autores fue que vivir en un entorno de violencia recurrente resulta en un incremento de desordenes del estrés postraumático y angustia severa en una comunidad que ha sido expuesta a conflictos de masa. Por otro lado, el sentimiento permanente de injusticia en los ciudadanos puede ser un instrumento determinante en las respuestas de salud mental.
Otro caso de trastornos en la salud asociados al estrés es la epidemia de neuritis óptica, ocurrida en Cuba en 1992-1993, que afectó a más de 50.862 personas durante un período de intenso racionamiento de alimentos, escasez de medicamentos y carencias en la infraestructura hospitalaria. La evaluación de los factores de riesgo asociados a esta epidemia fue publicada en 1998. El estudio mostró que la neuropatía óptica, inflamación del nervio óptico con reducción de la visión, estaba relacionada con estrés agudo, irregularidades en la ingesta de alimentos, pérdida de peso en los últimos 12 meses y otros indicadores de deficiencias nutricionales. No se encontró asociación con infecciones, deficiencias sanitarias o esclerosis. Este caso constituye un ejemplo de un problema de salud pública como consecuencia de condiciones geopolíticas violentas en una nación.
Las organizaciones internacionales que trabajan en situaciones postconflictos y en desastres naturales se interesan cada vez más en los cuidados de la salud mental de las sociedades. Incluso, la OMS publicó en 2013 una guía para manejar problemas y desordenes relacionados al estrés postraumático en la atención de la salud pública.
Es realmente importante que después de la aparición de un evento sumamente estresante, se implementen estrategias que incluyan herramientas de diagnóstico y el manejo de estos desórdenes mentales.
¿Podrían las actuales condiciones de vida en Venezuela ser causa de estrés postraumático?
Venezuela es un país con conflictos crónicos que progresivamente se han acentuado en la última década. Los venezolanos vivimos inmersos en una crisis humanitaria de salud, evidenciada en una precaria infraestructura hospitalaria, en la carencia de medicinas y de instrumentos médicos, en medio de una epidemia de dengue y chikungunya y enfermedades crónica sin tratamiento a causa del colapso del sistema. Por otro lado, existe un alto nivel de inseguridad y violencia, donde las muertes por asaltos son muy frecuentes así como también la expresión de esa violencia al infligir múltiples heridas o descuartizar a la víctima para causarle la muerte. Los venezolanos estamos en manos del hampa común y la delincuencia política.
Paralelamente, hay escasez de alimentos y racionamiento de agua y luz y todo esto coexiste en un ambiente de incertidumbre e inestabilidad política, represión a la protesta, continuada violación a los derechos humanos en un entorno de impunidad e injusticia intolerables, donde no hay autoridad gubernamental ni leyes. A esta situación se le suma que solo existe un medio de comunicación radial en todo el espectro radioeléctrico para que el ciudadano se desahogue y denuncie sus problemas, Al mismo tiempo, aumentan los impedimentos para viajar, es decir los venezolanos estamos presos en nuestro propio país así como están presos muchos inocentes en las cárceles del país. Esto es solamente una fracción de la tragedia que vive Venezuela, lo que ha intensificado la vulnerabilidad de los venezolanos a sufrir desórdenes mentales.
Un Trabajo publicado en la Revista de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría en 2004 describe las recomendaciones de la OMS para mejorar la Salud Mental de una población y las contrasta con la situación venezolana. La OMS establece 10 recomendaciones: 1. Suministrar tratamiento en la atención primaria, 2. Disponibilidad de medicamentos psicotrópicos, 3. Dar atención a la comunidad, 4. Educación pública, 5. Participación de las comunidades, familiares y consumidores, 6. Establecer políticas nacionales, programas y legislaciones, 7. Desarrollo de recursos humanos, 8. Alianzas con otros sectores, 9. Seguimiento comunitario de la Salud Mental y 10. Respaldo y apoyo a la investigación.
Según el trabajo, para 2004, Venezuela presentaba muchas fallas con respecto a las recomendaciones de la OMS. Por nombrar algunas, se encuentran: el suministro de medicamentos ha sido incompleto e irregular, la atención ambulatoria tiene limitaciones en los insumos, no se han construidos hospitales psiquiátricos desde hace 50 años, no se ha realizado ninguna campaña de educación pública y concientización sobre la salud mental (solo intervenciones privadas y limitadas) y no existe vigilancia epidemiológica sobre salud mental. Esta situación se ha agravado por el deterioro del sistema de salud y se ha acentuado por la situación de conflicto político durante los últimos 15 años.
No existen estadísticas oficiales, pero la situación descrita en los medios de comunicación es muy grave y lamentable. Según declaraciones del pasado junio de la Directora del Programa Nacional de Salud Mental, las consultas en psiquiatría e higiene mental se han incrementado, registrándose entre 1.000 y 2.000 consultas al mes. El motivo más frecuente de consulta es la ansiedad que puede manifestarse en insomnio, sueño sudoroso, episodios de pánico, taquicardia, entre otros síntomas; le siguen la disfunción sexual, déficit de atención en los niños y adultos y la depresión.
Venezuela necesita ayuda para mitigar o mejorar los efectos dañinos de los conflictos políticos en la salud mental de su población. Si no se puede obtener apoyo del gobierno, los ciudadanos debemos tomar conciencia y aplicar estrategias para ayudarnos nosotros mismos.
MiradorSalud ha publicado dos artículos en esta dirección:
La salud mental en tiempos revueltos
El psicoanálisis, su vigencia a propósito de pensar un país
¿Gastar más energía? ¿Para qué?
Irene Pérez Schael
Un Comentario
NESTOR LUIS URDANETA CASTILLO
En esta crisis es necesario la creacion de un movimiento de salud mental si me apoyan enviar informacion. DrNestor Urdaneta C.MEDICO PSIQUIATRA!