Introducción
A lo largo de varios años, en MiradorSalud, hemos abordado el tema de la epigenética, más aún, lo hemos planteado con mayor persistencia y profundidad en los últimos 3 años. Nos hemos ocupado desde distintas perspectivas de los procesos epigenéticos, resaltando los que tienen que ver con la neurociencia; un área científica que, en general, está revolucionando al mundo del conocimiento en las últimas décadas.
La epigenética estudia la interacción entre los genes y el ambiente y los mecanismos que producen modificaciones en la expresión de los genes, específicamente, aquellos muy complejos relacionados con la mente y la conducta, los cuales tienen la capacidad de ser reversibles, pudiendo , a la vez, ser agentes de cambio o consolidación de la conducta, el origen de la rigidez o de la flexibilidad mental amén de constituir el fundamento del aprendizaje y la resiliencia, a la par de que son transferibles de generación en generación. Una de la mayor utilidad de su conocimiento es que sirve de guía para lograr apropiarnos y ser los dueños de la expresión de nuestros genes, de nuestra salud y de nuestro SER; ver Parte I y Parte II del artículo “Epigenética: ¿somos dueños de la expresión de nuestros genes?”.
Por otro lado, el tema de la epigenética es inagotable. Un vuelo rasante pasa por las áreas de la ecología epigenética de las plantas, los cambios epigenéticos en animales domesticados, la evolución de la especie humana o la neuroepigenética, un campo de la neurociencia en plena ebullición, que trata de la relación de los mecanismos epigenéticos con el cerebro, sistema nervioso y la mente.
Epigenética y condiciones ambientales adversas.
Dentro de la complejidad del fenómeno epigenético, se está estudiando la influencia de condiciones especiales en grandes poblaciones como las catástrofes naturales, hambrunas o el Holocausto por medio de modelos epigenéticos. El impacto muy negativo de estas circunstancias ambientales es que generan una huella a lo largo del tiempo en la salud de esas poblaciones sometidas a un estrés crónico o a una alimentación deficitaria, hechos que ha sido demostrados en distintas investigaciones, mayoritariamente en estudios clínicos. Este impacto se traduce en alteraciones epigenéticas o cambios en el epigenoma que constituyen marcas que encierran no tan buenas consecuencias no solo en los sujetos directamente afectados sino también en su descendencia.
Se conoce, por ejemplo, que la desnutrición materna u otras fuentes de estrés restringen el crecimiento fetal y pueden dañar el desarrollo del cerebro del niño y del futuro adulto. Esto fue observado en el estudio de la hambruna holandesa, el cual mostró que los bebés nacidos en esa época presentaron altas tasas de enfermedades metabólicas relacionadas con la manera de cómo eran procesados los alimentos. Asimismo, esta grave hambruna que sucedió al final de la Segunda Guerra Mundial, fue causa de una dieta deficitaria en las madres holandesas, cuya secuela durante el período prenatal afectó procesos epigenéticos de metilación implicados en cambios, entre otros, vinculados con el peso al nacer y el colesterol sérico (LDL) en la descendencia, así como también sus hijos presentaron mayor riesgo a sufrir esquizofrenia, alcances que pueden, incluso, permanecer en el largo plazo. Lo interesante es la asociación de patrones de metilación con eventos adversos en la salud.
A la par, se han observados resultados que vinculan a la pobreza con cambios epigenéticos y enfermedades mentales. La pobreza está asociada a factores estresantes como la malnutrición, el tabaquismo y el estrés generado en la lucha por sobrevivir, todo lo cual afecta el desarrollo y el cerebro de los niños. Generalizando, el nivel socio económico afecta las estructuras cerebrales vinculadas al estrés y a la toma de decisiones, efecto que al ser negativo desemboca en una población discapacitada para desenvolverse adecuadamente en la vida. Los niños pobres son más propensos a la depresión y a problemas cognitivos por estar expuestos en el útero materno y desde el nacimiento a factores estresantes u otros que son desencadenantes de procesos epigenéticos.
De igual forma, se ha demostrado que la pobreza encoge el cerebro desde el nacimiento; incluso, diferencias pequeñas en el ingreso pueden tener efectos en el cerebro de niños y adolescentes. En este estudio se observó una vinculación entre los ingresos y el área de la superficie cerebral, vínculo que fue mayor en los niños de familias con muy bajos ingresos que en aquellos de familias con no tan bajos ingresos; es decir un menor tamaño del cerebro se asocia con ambientes de bajos recursos económicos. En fin, estas diferencias en el volumen del cerebro de acuerdo a las variaciones socioeconómicas intervienen en las habilidades neurocognitivas como el lenguaje, la lectura, funciones ejecutivas y habilidades espaciales.
En general, el estrés produce cambios epigenéticos que regulan la expresión genética en el Sistema Nerviosos Central (SNC). Entre los mecanismos estudiados se encuentran la metilación del ADN, la modificación de las histonas y la actividad del microARN. Así mismo, se ha encontrado asociación entre procesos epigenéticos en madres embarazadas expuestas a desastres naturales.
El Holocausto también dejó sus marcas en los sobrevivientes y en su descendencia. La transmisión de una memoria neurobiológica del trauma de los padres a los hijos fue demostrada en una investigación, en la cual, los autores señalan que, al integrar la genética hereditaria con factores ambientales (epigenética) se suma una nueva y más comprensiva dimensión psicobiológica que explica la transmisión generacional del trauma. Añaden que la epigenética puede, específicamente, explicar por qué la transmisión latente se manifiesta bajo estrés. Otro estudio mostró que los hijos de los sobrevivientes del Holocausto tenían cambios epigenéticos relacionados con los niveles de cortisol, hormona relacionada con el estrés.
Representación del fenómeno epigenético en una anécdota.
Una historia que retrata muy bien el fenómeno epigenético señala coloquialmente que un inmigrante perseguido en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, al huir llegó a un país del continente americano en donde fue muy bien acogido; allí se estableció permanentemente y formó una familia. En general, América en aquellos tiempos les dio hogar a muchos europeos. Pues bien, este señor trabajó mucho e hizo dinero. Una de sus actividades comerciales fue una joyería que le dio muchas satisfacciones. Aquel señor, en ese entonces, escondía joyas en las paredes de su casa debido a su intrínseca inseguridad producto de su historia personal. Si bien, no fue hasta cuando murió, que los hijos se enteraron y tuvieron que derribar las paredes de la casa para buscar las joyas escondidas; tal fue el valor de lo hallado en esas paredes que le sirvió a la familia para sacarlos de apuro en casos de necesidad. ¿Se pueden imaginar lo que pasaba por la mente de ese expatriado europeo?
Esta es una historia real con algo de humor que muestra las lejanas huellas epigenéticas que sobrevivieron en ese europeo por lo que para él era indispensable guardar o esconder algunas reservas fueran estas joyas, alimentos o dinero, aunque estuviera viviendo en condiciones económicamente acomodadas; no confiaba en el futuro, algo que no le ocurriría a ningún americano sin haber experimentado esas vivencias. Algunos de los perseguidos durante aquellos tiempos no pudieron sacar de su mente las marcas del Holocausto. Ellas son marcas epigenéticas. Así como este ejemplo existen familias que tienen una despensa exageradamente grande por ese miedo interno a las hambrunas.
Epigenética y pandemia.
Es crítico no olvidar lo que está ocurriendo en el presente con el fenómeno mundial conocido como la “Pandemia de covid-19” y sus devastadoras consecuencias en la salud y bienestar emocional de la población mundial. Hasta ahora los estudios de la pandemia han sido clínicos, pero seguramente en investigaciones futuras se identificarán los procesos epigenéticos asociados a esta catástrofe global.
En MiradorSalud, a nueve meses de comenzada la pandemia, se pronosticaba la aparición de angustia, estrés, ansiedad, depresión, insomnio, ira, frustración, aburrimiento, consumo de sustancias nocivas y suicidios a causa del aislamiento social, el miedo a enfermarse y el impacto negativo de la economía durante la cuarentena a causa de la pandemia, factores que se confirmaron en un rango entre un 13% y 42% en varios estudios. Por ejemplo, se ha estimado que la pandemia de covid-19 se ha relacionado globalmente con depresión en 1 de cada 4 (25%) jóvenes y con ansiedad en 1 de cada 5 (20%). En otro estudio, se encontró, según el lugar, que la proporción de trastornos emocionales y cambios en la conducta varió del 5,7% al 68,5%, siento el valor para la ansiedad del 17,6% a 43% y para la depresión del 6,3% al 71,5%, entre otros aspectos estudiados. España e India fueron los países más afectados en dicho estudio.
La pandemia, como publicamos en el artículo “El desarrollo del cerebro de los niños”, puede retrasar el neurodesarrollo motor y social en los niños de 6 meses de nacido. Igualmente, se ha observado que los niños nacidos durante la pandemia (2020) tenían menor IQ comparados con los nacidos en 2019.
Se conoce que el ambiente desde la gestación hasta la primera infancia contribuye al desarrollo cognitivo, emocional y social. Si el ambiente es estimulante facilita el desarrollo del niño, pero lo contrario ocurre con la presencia de condiciones adversas como pasó con la pandemia, es decir que el desarrollo se detiene y aún peor es que sus consecuencias podrían persistir hasta la edad adulta. En general, tanto lo que acontece en el período prenatal como en los primeros años de la vida son cruciales para la incorporación de experiencias, positivas o adversas, y sus consecuencias para el futuro.
Caso Venezuela.
Es ineludible no mencionar las posibles consecuencias de la pandemia, las cuales sumadas a los efectos de la extremadamente precaria realidad que se vive cotidianamente en Venezuela, afectará doblemente a la población, así como a las generaciones futuras.
Por ejemplo, un estudio de Susana Raffalli (2021) muestra un aumento del retraso en el crecimiento, llegando éste al 25% en 2019. Este retraso es producto de crisis humanitarias prolongadas que aumentan las probabilidades de desnutrición aguda y la mortalidad. Además, se ha comprobado su asociación con un deterioro en el desarrollo físico, cognitivo y socioeconómico de las poblaciones afectadas.
Según Raffalli, el número de personas que enfrenta la compleja emergencia humanitaria en Venezuela es de 14 millones, más de la mitad de la población venezolana que aún queda en el país. La tasa de desnutrición ha aumentado desde el año 2012 y la de subalimentación pasó de 21,2% a 31,4% entre 2016 y 2019, todo esto producto de la situación de gobernanza autoritaria a la que estamos sometidos los venezolanos. La crisis es tal que se ha reportado que Venezuela representa la cuarta crisis alimentaria más grande del mundo.
Antes de la pandemia (2019), el 4% de los niños menores de 5 años se vio afectado por desnutrición aguda severa (emaciación), una circunstancia realmente grave y, aún más delicada, para enfrentar la pandemia por covid-19. Según Unicef, después que aparecieran los primeros casos de covid-19 y se estableciera la cuarentena, la desnutrición aumentó a 5,8%. La encuesta ENCOVI 2021 presenta las condiciones de vida de los venezolanos consecuencia de la emergencia humanitaria y la pandemia. Se analizan los siguientes factores: la pérdida institucional, la crisis económica, los cambios demográficos, la pandemia por covid-19 y la crisis de combustible. Documento que obligatoriamente debe ser leído.
Llamamos la atención sobre estos datos de Venezuela y sus efectos en los futuros adultos que ahora son niños y en las próximas generaciones y en base a ellos nos preguntamos: ¿cuál será el nivel de desarrollo cognitivo de los niños afectados y de la decendencia de las madres que sufrieron de subalimentación durante el embarazo? ¿Cuál será el futuro de Venezuela?
Sin excepción, todos los venezolanos debemos estar bien informados y al día, para estar en condiciones de participar en la resolución de esta crisis humanitaria. ¡Tenemos ese deber!
La Gran Depresión en los Estados Unidos y sus efectos en la metilación de ADN.
Ahora presentaré resultados de la metilación de ADN observados en un estudio muy reciente en donde se investigaron los efectos adversos ambientales en el epigenoma y los grados de metilación, lo que lo convierte en un estudio único. Lo significativo y, más interesante aún, es la precisión del método, además de que el análisis de los resultados mostró que el daño ocurrió en la etapa prenatal más no en las etapas posteriores al nacimiento. Diferencias que son difíciles de distinguir en los estudios clínicos
La investigación fue publicada en la prestigiosa revista PNAS y comprendió la evaluación de la huella que dejó el shock económico en la programación epigenética materno-fetal, ocasionado durante la Gran Depresión en la década de 1930 en los Estados Unidos. Esa ha sido la peor recesión económica en ese país con una contracción del PIB en más del 25% y un aumento de la tasa desempleo en 25%, niveles nunca alcanzados en la historia de los Estados Unidos. La investigación comenzó en 1992 y se encuestaron individuos nacidos entre 1931 y 1941 que fueran hijos de madres sometidas durante el período prenatal a situaciones económicas muy adversas. A 832 sobrevivientes de los encuestados se les extrajo sangre para los estudios de la metilación del ADN. Un tamaño de muestra bastante interesante.
En el estudio de los procesos químicos (metilación de ADN), causados por la exposición a condiciones económicas menoscabadas de madres que quedaron embarazadas en esos terribles tiempos, se demostró que dichas condiciones provocaron un deterioro en la salud de sus hijos en el largo plazo e incluso en sus descendientes. Se comprobó que los daños asociados a modificaciones en el epigenoma ocasionados por procesos de metilación del ADN adelantaron el envejecimiento celular de la progenie durante la Gran Depresión. En este estudio, el envejecimiento fue medido por la acumulación gradual de un daño celular que conduce a un deterioro fisiológico, a la pérdida de la función celular y el aumento de la vulnerabilidad a morir.
La importancia de este estudio radica en que la muestra es representativa de la de la población y en términos geográficos. Se recopilaron datos de metilación del ADN en individuos que se sobrepusieron en útero a las peores condiciones económicas y se compararon con pares nacidos en el mismo año, en distintas épocas, y en el mismo Estado del país, quienes también se habían sobrepuesto, aunque tenían mejores condiciones económicas. Los resultados mostraron diferencias destacadas en magnitud y en significancia estadística únicamente para los datos obtenidos en útero (etapa prenatal), hecho que sugiere que este es un período muy sensible en el desarrollo.
Los autores señalan que los hallazgos sugieren que la exposición a situaciones profundamente cambiantes en la economía durante el período entre 1929 y 1933 tuvo un impacto de larga duración en el acelerado envejecimiento cuando esta marca se produjo en la etapa prenatal y no durante etapas posteriores, además, los datos pudieron ser utilizados para predecir el riesgo de mortalidad y el declive fisiológico. Es interesante que esta programación epigenética únicamente se demostró durante la embriogénesis, hecho que enfatiza la importancia de este período en el desarrollo del niño.
¡No finalizaremos con un panorama tan trágico! Hay esperanza
Saber que nuestro pasado guía nuestro presente o, aún más peligroso, que nuestras acciones y experiencias lejanas pueden afectar la vida de nuestra descendencia, incluso desde el momento de la concepción en el vientre materno, nos proporciona una alarma en la consciencia por lo que debemos revisar nuestro comportamiento en estas situaciones delicadas. Y me refiero tanto al rol de la madre como al del padre.
Hemos hablado de los efectos negativos de la epigenética en la población en general. Sin embargo, para tratar la reparación y reversión de estas influencias, se debe hacer en forma separada en dos grupos: niños/adolescentes y adultos.
Comenzaremos entonces las conductas de los niños y adolescentes
Nos preguntamos: ¿Cómo influir positivamente en los niños/adolescentes?
Por tanto, cómo se ha mencionado en distintas oportunidades, primero es necesario conocer cómo evoluciona el cerebro en los niños para estimular sus capacidades cognitivas en el momento correcto y aplicar lo pertinente en cada circunstancia en particular. No entraremos en detalle porque todo está explicado en el artículo mencionado “El desarrollo del cerebro de los niños…”.
El segundo punto, el cual es imperativo, consiste en desarrollar una reprogramación de la educación escolar con el objeto de aprovechar oportunamente las capacidades de aprendizaje y en los casos necesarios diluir/revertir las negativas experiencias pasadas. Esto equivale a poner en práctica la neuroeducación, aunque no únicamente en el sector escolar sino hacerlo también en distintos contextos como la familia, comunidad escolar y social para así crear hábitos y ser mejores personas y ciudadanos en distintos niveles y convertirnos en agentes multiplicadores.
Por otro parte, se conoce que, si no cambiamos nuestros pensamientos y nuestra manera de pensar, nuestro comportamiento permanecerá igual y, peor aún, nuestras acciones serán de forma automática, rumiando todo el tiempo las mismas ideas. A la vez, debemos estar conscientes que ese “cambiar” no se logra sin disciplina ni sin hábitos.
Al estar conscientes de nuestros pensamientos podemos reflexionar en forma positiva y con esperanza, podemos dejar pasar aquellas ideas negativas y evitar así que las emociones asociadas a ellas sean secuestradas por la amígdala, el órgano emocional del cerebro.
En la era digital acompañada por la infodemia y desinformación, el esfuerzo por cambiar es un poco cuesta arriba, pero, a la vez, se convierte en imprescindible si no queremos convertirnos en seres humanos que no piensan: hombres masa o zombies.
Esto se logra viviendo el “aquí y ahora”, meditando y particularmente viviendo nuevas experiencias, evitando la rutina, aprendiendo cosas nuevas cosas, socializando más a menudo, practicando el ejercicio y la lectura y aprendiendo a vivir tanto como podamos con nuestro YO, nuestro SER.
¡Si yo no cambio no podré cambiar al mundo! Entonces, es elemental comenzar conmigo mismo y luego continuar con Venezuela.
Les deseo que el 2023 los reciba con esperanza, bondad y amor.
Irene Pérez Schael
Nota: A veces se repiten conceptos y significados, sin embargo, es importante hacerlos para que sea comprensible para un nuevo lector.
5 Comentarios
marcos
Hola Irene, el panorama es desolador, menos mal que mi vida esta terminando, pero la de mis nietos no. Bueno, no es mucho lo que pueda hacer yo.
Mirador Salud
Gracias Marcos
Claro que puedes hacer por tus hijos y nietos aprendiendo sobre el cerebro y la mente para enseñar a tus hijos
Y nietos. El mundo está cambiando y es entonces fácil que uno cambie. Y lo mejor de todo es que ahora sabemos
que nos pasa y podemos revertirlo. Antes pasaba y ni nos dábamos cuenta.
La realidad es dura, pero hay que conocerla para vencerla y no ser una marioneta de las circunstancias.
Abrazos
Alicia Ponte Sucre
Irene, muchas gracias por este ensayo sobre epigenética y entorno, muy importante y siempre presente. Como terminas tu ensayo, ¡no perdamos la esperanza! y seamos sensibles a los cambios para que la epigenética nos ayude a sobrevivir en las mejores condiciones posibles.
Una feliz navidad en familia y con mucho cariño les deseo a todos
Mirador Salud
MiradorSalud agradece a la Dra. Ponte-Sucre por sus comentarios y por ser una extraordinaria colaboradora nuestra.
Zule
Hola, donde se puede realizar un examen de epigenética en Venezuela, estado Lara, gracias de antemano